El 17 de diciembre de 1927, con motivo del tercer aniversario de la muerte de Luis de Góngora y Argote, el Ateneo de Sevilla se convirtió en el punto de encuentro de una joven generación de escritores deseosos de rendir homenaje a este poeta andaluz. Hoy, a punto de cumplirse 88 años de aquel acto conmemorativo que ha sido considerado por buena parte de la crítica como una especie de acta fundacional de la llamada generación del 27, quiero sumarme por primera vez a la propuesta de Toni Solano y contribuir así con mi pequeño granito de arena a homenajear a estos grandes escritores y poetas que tanto dieron a la literatura española.
El poema que he elegido para esta ocasión está muy vinculado a mi adolescencia. En aquella época casi todos llevábamos a clase clasificadores con separadores de cartón en los que colgábamos fotografías, dibujos, fragmentos de novelas y canciones, dedicatorias, poemas… Eran breves retazos de nuestra vida y de nuestra personalidad que iban cambiando año tras año. Sin embargo, durante mis tres últimos cursos en el instituto hubo un poema que siempre estuvo ahí, ocupando, además, un lugar privilegiado: el primer separador de cartón de mi carpeta. Su autor era –y es- Pedro Salinas: