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Desde 2001 y por iniciativa del Consejo de Europa de Estrasburgo, cada 26 de septiembre se celebra el Día Europeo de las Lenguas como homenaje a la diversidad lingüística y cultural de un continente en el que se hablan más de 200 idiomas. Han transcurrido tres lustros desde entonces y, sin embargo, este Día Europeo de las Lenguas (¿y por qué no lo han denominado Día Internacional de las Lenguas?) es una efeméride de las que pocas personas tienen noticia. Quizás porque es un día en el que no se compra ni se regala nada, y en este mundo en el que vivimos solo se publicitan de forma masiva aquellos eventos que nos invitan a consumir.
Y precisamente por ser este un día tan poco recordado (lo de "olvidado" me sonaba un poco duro) es por lo que he decidido rendirle desde aquí un pequeño homenaje y dedicarle una entrada. En ella podría subrayar la importancia del aprendizaje de las lenguas, y recurrir a tópicos como que aprender una lengua equivale a acercarnos a otra cultura y ver el mundo con otros ojos. Podría incluso invitar a las personas que lean estas líneas a visitar esta conocida e interesante página web en la que se recoge abundante información sobre el Día Europeo de las Lenguas y se ofrecen múltiples actividades didácticas con las que conmemorar esta fecha. Podría, pero no voy a hacerlo (aunque, pensándolo bien -¡qué terrible contradicción!- acabo de hacerlo) porque considero hay algo más importante que todo esto: el respeto que les debemos a las lenguas. Algo que, aunque parezca obvio, se olvida con suma facilidad.
Vivo en una Comunidad Autónoma en la que tenemos la fortuna de contar con dos lenguas oficiales (¿no es la diversidad lingüística lo que celebramos hoy?) y, sin embargo, tengo la sensación de que hay personas que, si tuvieran el poder absoluto en sus manos, no dudarían en condenar al ostracismo a una de ellas. Suena un poco duro, quizás un tanto exagerado, pero ocurre. De hecho, en más de una ocasión (de lo contrario sería algo anecdótico) me he encontrado con individuos que ponen en entredicho la necesidad de saber o aprender euskera porque “total, sólo se habla aquí”. Como si el valor de una lengua se midiera por su número de hablantes o por los kilómetros cuadrados que ocupa su territorio. Ese menosprecio imperdonable que exhiben con altanería y prepotencia algunos sectores de la sociedad hacia uno de los idiomas más antiguos de Europa quizás es lo que haya propiciado que una parte importante del profesorado de la escuela vasca se haya convertido en adalid y defensor a ultranza de esta lengua. Y es encomiable esa preocupación por mimar y proteger una lengua. Lo preocupante es que esa defensa de la lengua vasca lleva en ocasiones a menospreciar e insultar a la otra lengua oficial de la CAV: el castellano. “Lengua de los conquistadores” la denominó un profesor en uno de los últimos claustros a los que acudí. Y todo ello en medio de una acalorada discusión en la que, con la excusa de la implantación del Plan Lingüístico de Centro, alguien llegó incluso a criticar a los docentes que hablaban castellano en la sala de profesores durante su tiempo de descanso.
Hubo una época en nuestra historia reciente en la que se castigaba a los niños por hablar euskera dentro del aula. Hoy hay quien critica a los profesores que no hablan euskera en todos los rincones de los centros educativos. No es que se hayan invertido los papeles pero seguimos cometiendo los mismos errores. Errores que derivan del hecho de identificar una lengua con una determinada bandera o con una ideología política concreta. Parece que no nos damos cuenta de que las lenguas no entienden de banderas ni de ideologías y no han cometido ningún delito. Ellas no son responsables de nada y no merecen ser condenadas por nadie.
En este Día Europeo de las Lenguas quiero manifestar mi respeto por las lenguas. Por todas las lenguas.
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